Para nosotros, desde la orientación lacaniana, el padre es una ficción y este caso da cuenta de ello. Félix tiene cuatro años, llega a consulta derivado por la escuela, consideran que podría ser autista, hace lo que él quiere, no respeta límites. Gritos y patadas acompañan cada ingreso escolar.

Elegir un padre

En una primera entrevista con Gisella, madre del niño, manifiesta no poder con él. Dice “Félix soy yo, era igual. Mi mamá no podía conmigo”. El padre del niño muere al mes de su nacimiento, acontecimiento que esta madre sitúa como desencadenante de una angustia aún presente por dejar a sus hijos sin el padre que eligió para ellos.

Reconoce su angustia cada vez que Félix tiene que hacer caca, para evitarla, le pone un pañal que él le exige en ese preciso momento. Le propongo no responder a ese pedido del niño y que lo invite a hablar sobre su miedo.

El tiempo del Fort: “Se cayó, se fue, no está más”.

En este primer tiempo, Félix me mira y me sonríe. Me habla y no logro entenderlo. Las palabras suenan pegadas entre sí. Dice: aisueratamazi. Intervengo produciendo una separación entre las palabras, le digo: Ai -asuera – está- mazi. Asiente y sonríe.

Los gritos surgen cuando le digo que a veces no entiendo como suenan sus palabras. Lo mismo sucede cuando se quiere llevar algún juguete y le digo “de acuerdo, te lo presto”, y grita llorando “prestar no! Llevar!” Consiento por un tiempo en no decir prestar.

Más adelante agregaré al verbo los pronombres: prestar ¿a vos? ¿a mí? ¿yo o vos? Lo tomará rápidamente y volverá diciendo “yo quiero llevarme ese juguete”.

Un juego que repite hará las veces del Fort: agarra un soldado, lo pone arriba de un mueble y luego lo tira, me mira y dice “Se cayó, se fue, no ta más”. Autitos, lapiceras, él mismo jugando a esconderse, tendrán ese mismo destino. A la pregunta ¿a dónde se fue? no retorna el da.

El padre ficción

Con masa hace una pelota y dice “es caca” intervengo “la caca va en el inodoro, no acá” y dice” no!, va en el pañal”. Respondo “Ahí queda pegada en la cola, y en el inodoro se puede jugar a: se cayó, se fue, no está más”.

Revolea la masa contra el techo, queda pegada hasta que cae, se ríe a carcajadas y dice “se cayó, se fue, no está más, ¡ota vez más, ahora hacelo vos!”.

Me pide que haga a un nene con la masa. Lo aprieta y aplasta, le pregunto “¿qué le pasó?”

Se ríe y dice “se fue, no está más. Se mató”. Comienza a pegarle con los puños y dice pa pa pa. Digo” Puré de pa pa, puré de papá!” Se ríe cuando digo puré de papá y repite el aplastar la masa pidiéndome que vuelva a hacerlo, dice ¡ Hacelo a papá ota vez”.

Félix irá separando las palabras, al tiempo que logra dejar el pañal y me cuenta que le dice a la caca “se fue, no está más”.

El tiempo del da: Acá!

En un segundo tiempo, esconderse de mí surge como un juego nuevo, a mi pregunta ¿dónde estás?” responderá “acá”.

Hacía falta la mediación fálica, pa pa pa, papa, papá, papi, para mediatizar a esta madre que sin el falo no puede más.

Deja de jugar al se cayó, se fue, no está más, se mató. Comienzan a surgir las preguntas. Dice: “El nene que salió ahí ¿qué te dijo? ¿Qué le pasó, por qué vino? Respondo “vino porque su papá se fue, no está más, se murió”.

Una pregunta irrumpe: “¿y papá?” Le digo: vos dijiste se fue, no está más. Me responde “voy a comer papi a Jumbo”. ¿Comer papi? Le pregunto. Grita y llora repentinamente, diciendo “papi a comer a jumbo”.

Le digo: la papi para comer está en jumbo, tu papá no está, se murió.

Se tranquiliza.

El hombre del amor y el goce : Tranquiliza

Cito a la madre de Félix. Dice que hay algo que no me contó. Antes de conocer a Gerardo, ella salía con Manuel, de quien se enamoró desde el primer día. Esa relación continuó siempre. Él ya estaba casado y con un hijo. No obstante, ella acepta seguir y elige en Gerardo a un padre para sus hijos.

Manuel incluso resuelve el funeral de Gerardo. Me revela que sus hijos le dicen papá y que el año pasado, tres meses antes de que me consultara por Félix, ella se había peleado con Manuel porque hay momentos en los que no soporta que él tenga otra familia. Lo dejó de ver y este año retomaron la relación, sobre lo cual dice: “eso me tranquiliza”. Nunca le explicó nada a Félix, lo subestimó considerando que no se daría cuenta de tal ausencia. Es entonces el hombre del amor y del goce quien la tranquiliza.

Le señalo que su decir sobre el padre del amor es una transmisión fundamental.

Así el pa pa pá pone un límite al capricho materno y estos hijos que son producto de un deseo de hijos con aquel hombre al que Gisella eligió como padre, devienen también hijos del hombre del goce y del deseo, al cual finalmente, consiente en hacerlo padre.

Es un caso que nos enseña que poco importa la realidad y es en análisis que Félix construye

la ficción[1] del padre y es por medio de esa mediatización que hijo y madre se apaciguan. La transferencia hace caer la novela sobre el padre que se mató, que sabría cómo se goza, dando lugar al padre que se murió, abriendo así la vía del deseo. El niño sale de la alienación a la madre y puede construir un for-da posible para él.

 

 

 

 

1Laurent, Eric “Hay un fin de análisis para los niños”, Colección Diva, Buenos Aires, Argentina, 1999, p.41.

Summary
El padre es una ficción
El padre es una ficción
Para nosotros, desde la orientación lacaniana, el padre es una ficción y este caso da cuenta de ello. Félix tiene cuatro años, llega a consulta derivado por la escuela, consideran que podría ser autista, hace lo que él quiere, no respeta límites. Gritos y patadas acompañan cada ingreso escolar.