Entre 2015 y 2016, Karl Otto Widersen había intentado publicar ya varias veces en esa misma revista confesadamente de derecha. Su artículo era una “apología satírica” a La situación de la clase obrera en Inglaterra de Friedrich Engels. Parecía que deliberadamente quería ser rechazado de las revistas. Le había dicho a su amigo Günter Frege que era increíble que no quisieran recibirle esa deliberada burla a uno d los fundadores del socialismo científico en Alemania.

  • Karl, pero tú sabes que Freiheit no recibe artículos en los que siquiera se nombre a un marxista -le decía Günter ya harto de que le viniera con lo mismo varios días y más aún un domingo a la medianoche.
  • Tampoco me lo quieren recibir en Das Ding a pesar de que ellos dicen ser abiertamente posmarxistas, Günter -y con eso desistió de la llamada telefónica.

Das Ding era una revista ortodoxamente kantiana y freudiana, incluso en sus modos de escribir y ni por asomo les interesaban las burlas. En su artículo, Widersen se había esforzado, un tanto insensatamente, por ofrecer una imagen distinta del libro de Engels. Para Widersen, Engels en realidad habría querido proponer que el socialismo debería ser la mejor forma para pasar a un capitalismo con rostro humano en el que predominaran las elecciones racionales en las que “a cada quien, según sus necesidades; a cada quien, según sus propias capacidades”. En este sentido, el énfasis en la clase obrera industrial en las principales ciudades inglesas del siglo XIX que sostiene ese libro en verdad sería una forma de constituir una naciente burguesía francamente revolucionaria, esto es, sin la moral victoriana. Es más, Widersen mostraba unas citas de documentos clandestinos en los que ya circulaba el término entrepreneurship en la década de 1850. En el artículo de Widersen, se relataba que incluso los mismísimos obreros d las fábricas de Engels eran los más entusiastas con frases como “querer es poder” y “emprende, carajo”.

La primera vez que el director de Freiheit leyó el artículo de Widersen pensó que era lo esperable de alguien que se hubiera doctorado en ese antro progre que era la Universidad de las Artes de Berlín y que ni siquiera valía la pena contestarle el e-mail. Pero dos días después de haber enviado su mail y haberse quedado sin respuesta, Widersen le envió un nuevo mensaje al que el director le respondió diciéndole simplemente que su artículo no sería publicado porque no iba con la línea editorial.

Al día siguiente de haber recibido esa respuesta, Widersen fue a la oficina del director de la revista en la HTW Berlin. Era un tal Peter Reiche. Le dijo a Widersen que esa era una revista en la que se publicaban papers y no papanatadas de chicuelos. Sin embargo, Widersen insistía en la legitimidad de las fuentes de archivo que decía haber consultado. Lo decía con una seriedad que era como para creérselo.

Un discurso semejante profirió cuando conversó con el director de Das Ding, un tal Ulrich Klein. Este le recibió en la cafetería de profesores del Instituto Psicoanalítico de Berlín luego de que había rechazado a Widersen tres veces por e-mail. Klein le insistía a Widersen en que su revista no tenía nada que hacer con el marxismo. No obstante, Widersen insistía en que debería tomar en serio los descubrimientos que hacía sobre los análisis de Engels porque en ese libro lo que todos los comentaristas habrían pasado por alto serían el trabajo precursor en psicoanálisis que habría emprendido Engels al estudiar la composición del triángulo edípico de cada obrero de sus fábricas: un fracaso de la tan necesaria figura del padre en la novela familiar burguesa que habría determinado la reprimida homosexualidad de los obreros. En ese caso, la obsesión de los obreros por el deseo de entrepreneurship significaría nada más y nada menos que una desublimación represiva, concepto que Marcuse habría robado a Engels.

Cuando Frege oía la narración de estos hechos por parte de su buen y viejo amigo Widersen, se partía de la risa y le decía que se dejara de hacer tales barullos, que eso de querer ser el Sokal de Alemania ya estaba bueno como para zurrarse en esos académicos de poca monta por e-mail, pero que no era como para visitarlos y hacer esos montajes de actor callejero. Lo mejor sería que Widersen publicara en una revista chica que Frege editaba, Die Bedeutung des Phalus, que era una revista paródica del psicoanálisis, de la filosofía y de las ciencias sociales. En efecto, lo más razonable hubiera sido que Widersen publicara su artículo allí. No hubiera sido la primera vez. Ya había colaborado con diversas parodias en cinco de los nueve números entre 2008 y 2016: un artículo sobre la perversión polimorfa en la fijación de Darwin con los primates, otro sobre la angustia de castración de John Holmes, otro sobre las heces del hijo de Stalin, otro acerca de la frigidez de la hermana de Nietzsche y, por último, uno en torno a la ocultada intersexualidad de Gala Eluard. Todos bajo el pseudónimo de Karl von Klaussewitz. Pero Widersen ya estaba harto de publicar en una revista que en el fondo no incomodaba a nadie pues solamente la leían los amigos comunes de Frege y Widersen, académicos renegados y hartos de las revistas serias y de las cátedras universitarias.

Widersen quería ser el nuevo Tristan Tzara, pero del mundo universitario. Su mujer ya estaba harta de él, porque le dedicaba más tiempo a ese tipo de “investigaciones” que al trabajo que le daba dinero: dar clases de literatura y de estudios culturales en varias universidades privadas de medio pelo en Berlín. 

En 2017, Widersen decidió tentar suerte en el mundo de las grandes editoriales alemanas. Su gesto irreverente no parecía ser muy apreciado por las revistas académicas más serias. Por desgracia se daban cuenta rápidamente de la engañifa, a pesar de que con el transcurso de los meses Widersen fue ampliando su estudio y documentándolo cada vez más. Dos años después se llegó a convertir en un libro de más de trescientas páginas. (Había comenzado solo con cinco.) Y tenía un amplio índice, un vasto y riguroso corpus de citas y notas, y una intrincada bibliografía (en parte documentada y en parte ficticia).

En 2020 el libro ganó el concurso de ensayo de la editorial Verlag e, inclusive, llegó a ser prologado por Peter Sloterdijk. Ha sido publicado con el título de Emprendedurismo, terror anal y deseo de revolución en Friedrich Engels, pero bajo el pseudónimo de Wilhelm Trieb. Después de la publicación del libro, Günter Frege prometió alejarse del todo de Karl Otto Widersen porque su amigo ha llegado a pasar por verdadero en casi toda circunstancia lo que afirma en semejante mamarracho de libro. Frege no puede comprender cómo la academia alemana no ha advertido la farsa. Es más, en alguna ocasión Frege le comentó eso a Byung-Chul Han cuando se lo encontró en una tienda de zapatos de un centro comercial. Han se limitó a decir que Frege solo hablaba por la envidia que le tenía a Widersen y porque su revistucha de dos por medio nunca había despegado de verdad en el competitivo mundo intelectual de Berlín.