La respiración está en cuarentena y con ella nuestros pulsos y movimientos.

Hijikata decía  que el cuerpo se tiene que mover con la vida, no solo mostrar la faceta bella sino también la energía de la muerte, del sexo, de la experiencia consumida por la tristeza.

Cómo nos movemos, cómo danzamos hoy, cómo será este cuerpo que alberga el movimiento fundante para transformarnos en cuerpos humanos y poéticos.

El cuerpo es tiempo, es movimiento, es silencio, es certeza, deseo. Es urgencia de transformarse. Nace la danza. Un estado del cuerpo que habla de una voluntad, un imperativo vital de dar cuenta de “algo” que no puede tocarse, ni expresarse y que, sin embargo es más presencia que todo.

El estado de danza nos permite salir de lo ordinario de la vida y mirarnos desde la otra orilla dando la posibilidad del encuentro con uno mismo y el desconocido que vive en nosotros.

Es la transformación poética de la imagen del cuerpo.  La danza te pregunta ¿cómo te haces cuerpo? ¿Cuál es tu deseo? ¿ Cuál es tu herida’? ¿Cuál es tu caída y destierro?  La danza apela a aquello que está detrás de la danza, al cuerpo que está detrás del cuerpo.

Al danzar, estamos tomados por la por la creación ritualizada: el ser humano que desnuda su alma mostrando su inevitable vulnerabilidad y aun así se arriesga a amar, a danzar la vida.

La danza es eso que pasa entre lo que yo hago y tú miras haciendo.

En este tiempo donde somos llamados a resistir frente a la ausencia de mirada, es la danza el movimiento que nos rescata y mueve hacia una resistencia activa frente a la deshumanización y la sumisión al amo que somete bajo tantas máscaras. La danza es rebelde, es cuestionadora, no se somete a la academia, da cuenta de lo que no se quiere mirar.

La respiración está en cuarentena. Los cuerpos a un metro de distancia. El distanciamiento social es el nuevo lazo.  Nuestro cuerpo danzante está confinado a tapabocas y guantes.  Queda la mirada, aquella que aún libre busca y encuentra.

Danzantes del Perú, del mundo, estamos en una pausa en el tiempo y en un intervalo o vacío en el espacio. Una pausa antecedida de un giro que nos sacó de nuestro centro y nos desenraizó.  Estamos en una pausa silente que prepara su próximo movimiento en potencia.

Hay un contratiempo en el que se esconde un duende danzante. Ese duende que nos habla desde el silencio pidiéndonos no renunciar. El duende que da contagio energético. Es  tiempo de intimidad con nuestro movimiento y la ausencia del mismo. Estamos tejiendo un “manto de leche” con la vida, donde nuestros cuerpos están más allá de la piel volviéndonos un corpus.

Danzantes hoy somos los que llenaremos la distancia, cuerpo a cuerpo, con poesía como camino para habitar en  humanidad. La danza en “estado de  danza” es y seguirá siendo el motor del lazo, el duende insurrecto que no teme la caída y el desgarro.

Danzantes no dejemos de desear, no dejemos de danzar. No dejemos de ser y hacernos danza. No dejemos de ser contagio del deseo para seguir transformándonos  en cuerpos del encuentro. 

 

* Mensaje Nacional por el Día Internacional de la Danza 2020

Guadalupe Maestre Poveda

Danzante – Mg Salud mental