Uno puede entrar en el universo psicoanalítico desde muchas puertas, pero la manera como él se cuela en nuestra vida, en nuestra manera de habitar el mundo, es a partir de una experiencia personal e intransferible, y no sin conmoción. Esto vuelve tremendamente compleja la relación con el psicoanálisis… un saber anclado en la transferencia y  en el encuentro con lo más íntimo de nosotros mismos.

Cuando Enrique Delgado me invitó a participar de este libro, me sentí confrontada a una pregunta que me atraviesa desde hace mucho ¿Cuál es la situación del psicoanálisis lacaniano en el Perú? He escuchado decir por ahí que “Lacan no es comprensible, que habla en difícil” ( cuando justamente la advertencia de Lacan es frente a la trampa o ilusión de la comprensión) La ética del psicoanálisis lacaniano se sostiene en descompletar la hegemonía del yo (que comprende), asumiendo la falta de garantías, y situando la necesaria pérdida que da lugar al sujeto deseante. Hablamos de una experiencia, una forma de decir viaje, un encuentro con lo que no se tiene en el mapa cotidiano, en esas fronteras que dicen quién es yo. 

Yo… que se abalanza sobre si-mismo en la medida que siente perder territorio, o se repliega, como el erizo del que habla Derrida, que al sentirse amenazado se hace un ovillo, y al hacerlo queda arrojado al peligro. 

¿Qué función cumple el psicoanálisis? ¿qué lugar ético? ¿qué lugar en la polis? Encuentro algunas pistas siguiendo la propuesta del texto de Marinas que propone pensar el psicoanálisis como una “comunidad de los que no tienen comunidad”, y, por lo tanto, no una comunidad basada en la pertenencia, sino en la fundación. Y desde aqui, traer algo nuevo (aun difícil de nombrar) al mundo. Este libro, quizá, se encuentra en esta lógica fundacional.

Como decía, hay muchas puertas, hay transferencias. Cada uno de los textos de este libro nos muestra un recorrido singular marcado por el deseo de cada autor y por las puertas que atravesó para construir un decir. Cada trayecto lleva el impulso de la pregunta por los linderos de nuestra clínica.

Gustavo Dessal muestra al sujeto contemporáneo en su arrancia, y a la vez señala que la epistemología psicoanalítica se basa en la experiencia sintomática. El síntoma tiene la función de orientar, allí en donde los asideros simbólicos y la función fálica declinan:

“El sujeto contemporáneo ha perdido su hábitat existencial tradicional, el sustrato de la ficción histórica, para convertirse en un objeto errático que, desamarrado de los soportes simbólicos identificatorios y confrontado a la creciente fragilidad de los semblantes, no tiene otro recurso que el síntoma para recobrar un asidero de su ser, el síntoma como un trozo de real que flota en el flujo impredecible de la realidad. Cuando todos los simulacros identitarios fracasan y los significantes se vuelven impotentes para designar la pertenencia a un grupo, una clase o un ideal común, es el síntoma quien habrá de tomar el relevo y orientar al sujeto”

Estamos muy lejos de esa casa del lenguaje en la que Heidegger alojaba al sujeto, pareciera más bien que nos hemos quedado sin-techo, en condición errática.

Un psicoanálisis a la altura de la época debe estar consciente de este desfallecimiento del orden simbólico, de esta desterritorializacion de la casa de Edipo, lo cual implica además, la caída de algunos mitos entre ellos el mismo mito edipico que compuso la clásica clínica freudiana. Desmontar el mito freudiano y entenderlo como una estructura lógica, marca la dirección de un recorrido psicoanalítico que desustancializa la figura de una identidad sólida, por lo tanto va contramano del psicoanálisis del yo… ahhh el yo, ese inmenso monumento, que recuerda la frase de Nietzsche: “cuidad de que no os aplaste una estatua”

En ese sentido este libro vivifica. Problematiza estas subjetividades en red que quedan enredadas en el goce mortífero de un inconsciente que no constituye un saber, es La vida que, sin el rodeo de Eros, elige el horizonte de Tánatos” (Dessal)

Pero, ¿qué es? ¿qué pasa cuando una experiencia, un libro, un análisis vivifica? ¿con qué nos encontramos? ¿Cómo es ese cuerpo-textual vivificado por la palabra, o mejor, por un efecto de poema? . En este punto, el artículo de Marcos Böcker Zavaro trata el tema del cuerpo, y de su relación con lo Imaginario, Simbólico y Real. Cuerpo que en la última enseñanza de Lacan se aleja del lugar imaginario del espejo y se vuelve trazo, marca, agujero. 

El trayecto discursivo, la idea, el sentido, es interrumpido por un acontecimiento de carne, de arrugas y sudores. El curso se interrumpe, surge algo, pero ¿qué?

Como escribe Chantal Maillard en su libro Matar a Platón:

“Un gesto es un trayecto y una encrucijada,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que un trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.”

Cuando leí este fragmento de poema, dije: “de esto va el psicoanálisis lacaniano”.
Podrán encontrar varios gestos en este libro, veremos cuánto vivifica leer y que los ojos recorran las marcas de tinta. Lo que acontece cuando mientras buscamos entender el sentido irrumpe un ritmo que subyace, las resonancias de algunos significantes que impactan, el leve desasosiego que apresura la lectura mientras, en esa prisa, vamos dejando de comprender. Las letras revolotean en la mirada, el cuerpo se hace presente mientras dejo de ser yo, y devengo solo un gesto.

A partir de la propuesta lacaniana que dice que “el otro es el cuerpo”, Marcos Bocker señala que:  «este planteamiento implicará pensar el cuerpo en su dimensión simbólica, como superficie de inscripción, y en su dimensión real, como el vacío que resulta de aquello no inscrito pero sí articulado al Otro, es decir, como objeto a.”

En psicoanálisis, como en la vida misma, nos es urgente pensar esas formas de otredad… el lugar que ocupa el cuerpo en la hiper-virtualidad, la otredad de lo femenino, lo otro en uno mismo. (Aquí mi pequeña contribución con lo heterónimo, pensando en Pessoa, y su pluralización a través de la escritura)

El libro imprime sus trayectos… femeninos,  Angela Fischer, por ejemplo, distingue sexuación y género. Explora “lo femenino” que va más allá de la significación, y del orden de los nombres… lo cual nos abre paso a otro pulso, o otro cuerpo, no encerrado por las cadenas del lenguaje. Quedan del lenguaje partículas sonoras, un grito quizá, que derrapa en el silencio.

Silencio que es otra manera de evocar el poema ¿tiene la experiencia psicoanalítica relación con el poema?
Dice Derrida: “No hay poema sin accidente, no hay poema que no se abra como una herida, pero también que no sea hiriente. Llamarás poema a un encantamiento silencioso, la herida áfona que deseo aprender de ti…” “El don del poema no cita nada, no tiene título alguno, ya no histrioniza, sobreviene de improviso, corta el aliento, interrumpe la poesía discursiva, y sobre todo literaria”. 

El grito interrumpe el trayecto discursivo. Como un aullido silencioso, algo se escribe en el análisis. Desde esa perspectiva, el artículo de Julio Garcia plantea la pregunta por la interpretación y por el paso del autoerotismo del grito, al llamado al Otro.

Para abordar la clínica de nuestra época es necesario un justo silencio, para de él recoger ya no el significado, sino el sonido, ya no un objetivo, sino el ritmo. Si escarbamos en  algunas estatuas de piedra discursivas, si horadamos y entramos por una de sus grietas, nos podremos topar con un grito en medio del silencio. Tope, goce del cuerpo, que luego, (cito a Julio Garcia): “será reemplazado por el esfuerzo de decir algo a alguien” 

Es fácil nombrar como locura aquello que aúlla, grita o… calla. Sin embargo, si agudizamos el oído, nos daremos cuenta de que ese grito es lo Otro de la razón. Las fronteras tienen sus razones y sus sin-razones, tienen sus oscilaciones, sus zonas innombrables, que el delirio clasificatorio se empecinará en colonizar a través de  etiquetas y diagnósticos. Rodrigo Bilbao trabaja, a partir de ese estado llamado (por un tipo de psicoanálisis) “fronterizo” y dialoga con la psiquiatría y el psicoanálisis del yo.
Este diálogo con otras disciplinas hace que este libro tenga como sustrato una inquietud epistemológica que se ve claramente en los textos de Renzo Pita y de Rodrigo Bilbao. Renzo Pita nos lleva a preguntarnos por el lugar que cada cultura y cada saber le da al pathos. Vamos dilucidando nuestro objeto de estudio, el campo psi es amplio y se presta al malentendido. No decimos lo mismo cuando decimos síntoma, ni lo mismo cuando decimos malestar. El pathos en la clínica psicoanalítica hace uso de este malentendido, de esta brecha inaugural entre palabras y cosas, entre el dicho y el decir, y por eso, los actos de lenguaje introducen ese fisura en el sujeto. Renzo nos advierte que cuando un campo del saber teoriza sobre el malestar, sobre la cura o aquello que aqueja al sujeto, está también encontrándose con el misterio de lo humano, a la vez que en su estructura discursiva está dando cuenta de una época y de una relación ética con las formaciones de saber/poder.

Me parece fundamental que los que pensamos el psicoanálisis no olvidemos su base epistemológica, la estructura social, histórica y política a partir de la cual se desarrolla y desde la cual nombramos las situaciones que constituyen nuestra practica. Las construcciones teóricas sirven de velo ante lo real, son maneras de orientarnos frente a lo inexorable de la existencia.
Gustavo Dessal dice: “la lógica binaria del significante vela la naturaleza unaria del trazo, de la marca de la lalengua” 

El psicoanálisis lacaniano atraviesa las tramas significantes hasta llegar a ese hueso, ese trazo… para luego ver qué es lo que cada uno puede hacer con ese trozo-trazo inasimilable, que resulta límite de la significación . 
Llegar a ese hueso implica un encuentro con el silencio. Laura Benetti, en su artículo«Algo que descongelar», dice:

No hay nada enigmático en aquello que no alcanza una representación o una significación, solo es algo que se detiene a la hora de dar sentido. Permanecer en ese silencio podría llevar con cierto amor a obtener alguna resonancia fugaz. Acompañar a una mujer a la experiencia de ser Otra para sí misma requiere del coraje de deponer tanto el control como la exigencia de comprender aquello que se escapa una y otra vez.”

En estos tiempos de rupturas simbólicas, cuándo partimos ya no de las neurosis , sino de las psicosis, tratar de domar este estallido de goce no regulado a través de la exacerbación de los diagnósticos y la proliferación de la evaluación,  es también una manera de rechazar el silencio que nos habita, de rechazar la lógica que llamamos femenina que señala que hay una posición “no-toda” gobernada por las coordenadas fálicas. 

Tanto el neurótico, como el psicoanálisis y la cultura han apelado a los mitos para hacer  frente a lo innombrable, dice Enrique Delgado.  En este sentido la mujer (como alteridad radical), en los mitos y relatos, ha sido colocada como personificación del mal. Enrique indaga sobre como los mitos Shipibo-Konibo se acercan a lo femenino. Así pues, vemos que ni lo femenino, ni la selva pueden ser accesibles del todo para el Shipibo. Esto deja un hilo importante a seguir de cara al desastre medioambiental que atraviesa nuestra época.
Continua Enrique Delgado:
en el tiempo actual de auge capitalista y cambio climático, en el que los territorios de los pueblos indígenas amazónicos son objeto  de la voracidad oral de las industrias extractivas (usualmente sin culpa, sin reparación, sin gratitud), acercarnos a otras formas de vincularnos con lo que en occidente llamamos la naturaleza resulta fundamental.»

Cultura y natura, palabras y cosas, cuerpo y organismo, uno y otro inconmensurables, y justamente en esa imposible traducción, en esa alteridad que no es colonizable, ni puede “integrarse” o asimilarse, hallamos ese lugar fronterizo que los textos de este libro buscan , olfatean “entre” los saberes, entre las estatuas, entre las rocas… que sabemos, vibran.

Para terminar

Haciendo uso de un vastísimo horizonte filosófico, Miguel Marinas cierra el libro a ritmo flamenco. En una mezcla de cante con bulerías  descompleta a Lacan (en un texto que es transcripción de un seminario dictado en México). Nos encontramos con un pensamiento vivo, con un filósofo que hace uso de las herramientas conceptuales, así como de sus experiencias de vida, con absoluta libertad. Y, como nos tiene acostumbrados, nos invita apasionadamente a pensar un Lacan en español, nos fuerza a pensar sin petrificar conceptos , a salir de la clausura, de eso que Rorty llamó “Léxico común” y que no es otra cosa que ese juego de espejos por el cual los conceptos solo pueden definirse recurriendo a sí mismos. El eje de su recorrido es la ética, es decir, la relación con el deseo, la pregunta por aquello que tenemos de singular y a la vez por lo común y lo vinculante. Esa ética que da la cara (y la lengua) a lo imposible de nombrar, esa ética que se autoriza a nombrar más allá del padre, o , como plantea provocadoramente Marinas, pensar “La vida sin Lacan»:

“suponer que la vida es sin Lacan obliga a tomarse en serio la propia condición). Yo debiera empezar diciendo,  para provocar un poco,  <<la vida sin Lacan, pausa, es imposible…>>. Anímense. Lo que está en juego es si podemos tener una ética propia que resulta de la experiencia y teorización del análisis (en las que hay circunstancias personales concretas y autores leídos e incluso estudiados, como Freud Mannoni, Lacan, etc…), o más bien que no podemos movernos sin las andaderas lacanistas.

Un día Miguel Marinas, parafraseando a Benjamin, me dijo que había que leer un libro como un perro olfateando la ciudad… lo cual implica una salida del mundo platónico, de la Idea con mayúsculas, una ruptura de la metafísica y un retorno a “eso”, a la materia y su resonancia. 
Les propongo tocar el libro con los ojos, con la nariz, descubrir sus gestos, sus trayectos y sus cortes.