“El artista, esa categoría etiquetada del mundo burgués, esa profesión de lo incierto, no es otra cosa que un hombre en diálogo con lo circundante a través de un lenguaje, con el objetivo de asir lo no evidente, de percibir lo no obvio”.

                                                Luis Felipe Noé

 

 

Escribir es siempre un riesgo. Escribir sobre danza también, porque  la memoria puede jugar su juego y dejar por fuera sensaciones, movimientos, desplazamientos. Además, es poner en palabras algo de otro orden. Escribir un texto es un desafío porque es  ir entramando múltiples posibilidades…como iniciar una danza.

Escritura y Danza, dos formas sutiles de trazo. Empiezo a escribir sobre este Arte del Movimiento cuando descubro que ambas, son estilos de vida, organizadores del pensamiento, ideas y modos singulares de existencia. Ir articulando estos espacios me ha ido posibilitando interrogantes que han dado lugar a la investigación y también a la necesidad de dar ciertos pasos. Se escribe desde el cuerpo; para escribir tuve que poner en funcionamiento el cuerpo;  para que apareciera otro tipo de escritura…tuve que bailar. Así fue como descubrí la danza. Y las múltiples posibilidades de ambas.

¿Qué lleva a un Sujeto a escribir/danzar? ¿Qué pliegues encontramos en el texto escrito y bailado? ¿Cómo surge el acto creativo? Podemos acercar algunas respuestas, pero sostengo que lo fundamental es que ambas, escribir y danzar, son un acto de deseo. Quien inicia un texto danzado o escrito, arriesga una jugada que no sabe cómo va a resultar, si la elección de ese texto es acertada o no, que consecuencias va a tener, si se lo va a sostener en el tiempo, si se abandona. Si es ese movimiento y no otro.

Vemos, entonces, que son variadas las vicisitudes que corre el destino de escribir/danzar: caminos sinuosos, recovecos insólitos, momentos de develamientos, silencios profundos, grandes pesares, inmensos placeres, encuentros…desencuentros.

Mientras escribo, pienso ¿estos no son también,  los recorridos de un análisis?

Sería odioso caer en comparaciones, pero estos espacios: escritura, danza, un análisis ¿acaso no se rozan? Quien decide escribir, bailar o iniciar un análisis  arriesga una posición deseante, donde se despliega un más allá. Se lee un texto, se descifra una ausencia, se devela una marca En estos espacios, se lee una historia de Otro, con otros personajes, otro guión, otras escenas. Porqué no pensar quizás, que quien escribe un texto, quien baila y quien se encuentra en una experiencia analítica, echa a rodar los dados del azar, para armarse un destino que cuestione verdades cristalizadas, certezas anquilosadas;  quien atraviesa estas experiencias, es un sujeto decidido a escribir, bailar y tomar la falta que lo habita. Creará así, una ficción con toques singulares. Donde no hay garantías;  atravesará una aventura inhóspita, soledades y ausencias. Estos textos escritos, bailados o de un análisis, instalan una pregunta, una grieta que justamente apuntan a la deconstrucción del sentido, a vaciarlo, a fisurarlo, para que se invente otro texto, otro gesto inédito tan ajeno y propio a la vez.

Retomo entonces, la articulación inicial, poner en tensión a la escritura y a la danza y porqué no a un proceso analítico, es desarrollar una serie de interrogantes ¿cómo se escribe un movimiento? ¿Cómo vibra un texto?, como hago para contar que el salto que di alteró el espacio y mis vertebras lumbares? ¿Cuántas lecturas tienen esos textos y ese movimiento? ¿Qué se mueve en un análisis? Todo pasa por el cuerpo, ya sea del texto o de la danza, decimos “hay que poner el cuerpo”. Entonces deviene esta convicción: mi cuerpo es político. Y un texto, es una re escritura del texto que trazó el cuerpo danzante. Textos como cuerpos. Cuerpos como textos.

Quién escribe entonces, quién danza, quién se analiza, todos vamos tras la oportunidad de encontrar aquellos significantes privilegiados que tocaron el cuerpo, esos verdaderos pilares de un muro hecho de palabras, que transportan deseos y goces.