“La mayor victoria es derrota.”
Henrik Johan Ibsen
Una obra teatral puede ser leída de muchas formas y siempre primará la subjetividad del público, la del director de la obra e incluso la del crítico. Este artículo pretende ser una breve inducción a la visión de la obra de Ibsen.
Henrik Ibsen es probablemente uno de los dramaturgos más agudos de la sociedad noruega, y fue tan hábil que en sus análisis –siempre tallados por un desprecio estimulante- que nunca dejaron de ser contemporáneos. Ibsen, encontró en la convención del matrimonio un sinfín de prácticas donde es la mujer, principalmente, quien debate su existencia entre el deber y el querer ser. Su texto teatral “Hedda Gabler” fue interpretado por primera vez en Múnich, Alemania en enero de 1891. Podemos resumirlo como el estudio de una mujer obsesionada con el aburrimiento en que naufraga su vida, y de cómo se destruye a sí misma tras destruir, total o parcialmente, las vidas de los demás. Por años, fue considerada una de las personalidades teatrales más complejas y dinámicas de todos los tiempos, en ella Ibsen deposita una refinada maldad unida a un intelecto brillante. Los sufrimientos interiores de Hedda Gabler, también muy intensos, se topan a menudo con su cobardía social.
Para el crítico italiano Alessandro Leone, “el personaje de Hedda no resulta importante saber de qué origen social proviene, porque ella es superior de cierta manera a todo el vecindario y desde lo más alto de su superioridad, apunta al papel de titiritera que condiciona y mueve vidas humanas”. Pero también, sostiene Leone, “ella está atrapada en un mundo de restricciones sociales, en el que una figura muy orgullosa como ella no puede competir sin el reconocimiento público”. Para Laura Santestevan Ballomo, “el misterio de la fascinación que ejerce Hedda Gabler sobre los demás y sobre el público, es cuando no hace nada y no sabe lo que quiere”. No es sujeto protagonista de su existencia sino una construcción objetual de lo que los demás ponen en ella y podría entenderse desde su neurosis, desde su destructividad y auto-destructividad, desde su inmadurez afectiva.
Sobre la personalidad de Hedda son muchos quienes han acercado interpretaciones o posibles lecturas a su destino inevitable. La escritora y psicoanalista Lou Andreas-Salomé (San Petersburgo 1861-Gotinga 1937), autora de una obra heterogénea en la que filosofía, psicoanálisis y literatura se combinan de diversas maneras y conocida por su intensa relación con Friedrich Nietzsche, publicó Personajes femeninos (Frauengestalten) de Henrik Ibsen, uno de los primeros ensayos consagrados al dramaturgo noruego, al día de hoy inédito en castellano. Dicho libro plantea la cuestión de la necesidad de libertad y sus soluciones, en mujeres prisioneras de variadas circunstancias. Se decía que Ibsen había basado su famoso personaje femenino Hedda Gabler, que deseaba vivir como un hombre, en Andreas-Salomé, aunque ella expresó desagrado por el personaje. “Es la imagen de una reivindicación ilimitada de libertad, sostiene Lou Andreas-Salomé, del rechazo testarudo de toda obligación y de toda responsabilidad, unido a la debilidad que se deja esclavizar por la nulidad extrema, cautivar por lo minúsculo. […] Hedda se parece a un lobo feroz al que se ha puesto una piel de cordero, que ha perdido su fuerza depredadora para conservar únicamente su alma carnívora”. Para Anderson Imbert el tema es “la complacencia estética con que Ibsen se puso de pronto a contemplar la belleza de los sentidos, lo que baña en poesía a esa espléndida hembra de lujo que se aburre hasta la muerte”. Esa personalidad aristocrática, esa grandeza (cuestionable) que parece emanar y definirla desde el punto de vista feminista es relativa, contraria a los ideales feministas. Hedda no llega a sí misma. Es un objeto atractivo para los demás. No es hija de la Ilustración, ni sincera, ni de sentimientos nobles. ¿Qué dirían las feministas de una mujer así? Que Hedda, con sus pistolas, su destructividad, su rechazo a la maternidad, alienada, neurótica, es el anti-feminismo personificado. Una lectura más fina podría entenderla como una mujer que no logró encontrar su lugar, justamente por ser mujer en un mundo masculino y patriarcal como en tiempo de Ibsen. Laura Escalante sugiere que quizá el deseo paterno era que hubiera nacido varón. En efecto todo lo malo que se puede decir de una mujer (histérica, perversa, manipuladora, despectiva, que odia tener hijos), puede tener su explicación a partir del medio social. Incluso el psicoanálisis a veces devela verdades liberadoras, otras se convierte en arma poderosa de ese mundo masculinamente construido. Hedda no disfruta tampoco de su sexualidad ni la maneja.
UNA MIRADA EVANESCENTE
Para Laura Santestevan Ballomo, “El elemento autodestructivo, dice -que para parte de la crítica la engrandece por llevarla a una especie de muerte heroica: puesto que este mundo no está hecho a mi medida, me mato-, es una opción que comparte con otras heroínas del siglo XIX. Hedda se mata porque no es mediocre, y sólo parece tener la opción de una vida mediocre. No está deprimida. Tiene horror al escándalo. Su coraje le permite matarse, no cambiar ni transgredir normas masculinas, formales, burguesas. Desea una muerte estética. He aquí a Shopenhauer, Nietzsche. Recordemos el alto grado de misoginia de ambos. Por un lado ella usa una herramienta intelectual masculina, por otro ataca lo mismo que los antifeministas y misóginos: su ser femenino. Hay mujeres que no se acomodan en el mundo burgués del siglo XIX y luego de arduas luchas, se suicidan: Ema Bovary, Anna Karenina, Señorita Julia, Hedda Gabler.
EL PARECER Y EL SER
Se han realizado diversas adaptaciones del texto original, como la lograda versión de Patrick Marber, -sea para el cine que
para el teatro- bajo la dirección del holandés Ivo van Hove, considerado uno de los directores más destacados de los últimos años en el teatro europeo. En agosto del 2019, Daniel Veronese estrena “Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo”, su versión de Hedda Gabler, de Henrik Ibsen. En esta versión se suprimieron personajes, situaciones y diálogos para quedarse con un esqueleto argumental que fueron vistiendo con una mirada dramática contemporánea. Ahí está Hedda, casada con un hombre que no ama pero le conviene, porque lo puede manejar. Otro hombre que fue su amante es una sombra que embriaga la lucidez de ella. Cuenta a su favor, o tal vez en contra, que es talentoso e independiente. En la versión que se presenta en el Teatro Británico, la adaptación fue realizada por Lucy Kirkwood, miembro de la Royal Society of Literature que fuera estrenada en Londres en 2008. Susannah Clapp, crítica teatral en The Guardian, sostenía que en la versión de Lucy Kirkwood: “No todas sus modernizaciones son tan exitosas. Crucialmente, no está claro por qué esta Hedda está atrapada en la inercia: la elegante Cara Horgan –actriz que la interpretó (2008) The Gate Theatre – está tan repleta de tedio que apenas puede molestarse en bajar sus párpados con desdén. Ella habla de sí misma como ‘dañada’, y un pasado drogadicto tendría sentido, pero cuando llega a golpearse, lo hace al estilo del siglo XIX con una pistola disponible de manera improbable”.
UNA MANO TEMEROSA
En la puesta en escena limeña considero que era necesaria ahondar en reflexiones mayores, más que una simple intuición artística, para acercarse en profundidad a la complejidad que la obra plantea. Nos inquieta que alquien que firma un espectáculo como “Hedda”, declare en el programa de sala que: “Quizás una vida sin abismos no sería… hermosa”. Es posible que la directora haya identificado su propia existencia con esa parte que Ibsen denominó «el alma inestable» e intente dar sentido a su visión, a mi parecer fragmentada, del drama. Porque exponer a Hedda Gabler a eso, sería trivializar el más enigmático de los dramas de Ibsen, ambientados en ese péndulo de la vida que oscila entre el aburrimiento y la angustia. Solo algunos momentos de verdad de parte de César Ritter o algún atisbo en la intuición histriónica de Gisella Ponce de León, logran despertar del muermo. Sin por eso evitar de transformar en intrasendente una obra que Freud destacaba como «una fantasía guiada por la inteligencia más crítica».
Si es que ya no lo han hecho, sería aconsejable que el elenco y su directora, o mejor aún el público que quiera asistir a ver esta obra, leyeran el artículo “De como Ibsen influyó en el desarrollo del psicoanálisis” de Johnny Gavlovski. Freud encontró apoyo en el universo ibseniano para dar luz sobre contenidos inconscientes que afectan simbólicamente la psiquis humana. Sobre ésta pieza, el médico vienés destaca como el dramaturgo noruego se enfrentó al vacío que le dejaron sus predecesores y a las características de la época donde le tocó crecer, postulando que: «Vivir es luchar contra los demonios del corazón y del cerebro. Ser poeta es pronunciar sobre sí mismo el juicio final».