Resulta perturbador darse cuenta de que, en un gesto, un movimiento, lo implica todo.
                                                                     Sylvie Giron

Baruch Spinoza decía en la proposición II de su Ética (parte III) que nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo. En el espacio del danzante se pueden ver cuerpos que se tuercen, rolan, giran, se desplazan en distintas direcciones, en varias orientaciones, en tiempos diferentes. ¿De qué es capaz un cuerpo? ¿Por qué esa configuración del movimiento y no otra? ¿Cómo crea un bailarín su relación con el espacio? Quizás la pregunta que reúne a todas las preguntas sea: ¿Qué se despliega en el movimiento de un cuerpo?

La danza implica una relación dinámica y constante entre cuerpo, acción, espacio, tiempo y energía. ¿Cómo se despliega un cuerpo en el espacio? Esa escena que se configura con el cuerpo en un tiempo dado ¿está de alguna manera predeterminada? ¿existe una configuración previa de ese movimiento? ¿cómo se ocupa con los gestos de la danza? ¿cómo se habita un espacio?
El espacio se abre y se ahueca y es ahí donde el bailarín desarrolla un proyecto espacial. El espacio nunca viene dado y no es objetivo, como un objeto a tomar, es consustancial con el cuerpo en movimiento. Si bien el bailarín toma el espacio, es el espacio que lo embruja. Hablamos de un espacio dinámico: se mueven los cuerpos en él y también se mueve el espacio en los cuerpos. Podemos estar inmóviles en el suelo, pero nuestro cuerpo mantiene un intercambio intenso con el espacio.
En el terreno de la danza, el espacio es ese lienzo que el danzante tiene que habitar con sus movimientos. Steve Paxton, uno de los creadores del Contact-Improvisation se pregunta: frente al vacío, ¿qué hay que lo llena? En un espacio que vive, que se mueve, que piensa y es pensado, el danzante dibuja un trazo con su cuerpo.
Lo que un bailarín ejecuta tiene que ver con variados elementos intervinientes, pero fundamentalmente tiene que crearse una conexión entre ese cuerpo y el espacio. El movimiento que crea quien danza es pensamiento, emoción, acción, expresión…somos seres en movimiento. El movimiento es cambio.  No existe una danza estática. Por el movimiento, la danzante traza líneas con su cuerpo. Y es este cuerpo el que se manifiesta en un espacio que puede ser recorrido en múltiples direcciones: arriba, abajo, delante-atrás; en niveles desiguales: altos, medio, profundo. En variadas extensiones: cerca, lejos, grande, chico y con una trayectoria que puede ser circular, angular, directa.

Quien baila logra un punto de quiebre con la gravedad para que, justamente ésta, sea alterada y así poder rolar, dar vueltas, saltar por los aires, afectar la tonicidad muscular.  La postura erecta ya supone un modo de estar en el mundo. La gravedad y el peso produce una carga expresiva del movimiento que el danzante ejecuta. Hubert Godard dirá que hay en cada uno de nosotros una organización gravitatoria: el modo en cómo cada uno está de pie, cómo se enfrenta con el equilibrio, sin tener que pensar en ello. Este modo, esta organización, es lo que determina, siguiendo a Godard, la tensión del cuerpo y la calidad de cada gesto. La forma de organizar esta postura, factores culturales, la historia, el afecto, irán conformando un estilo singular y una musicalidad corporal que se evidencia en cada movimiento y se despliega en el espacio.
El movimiento es de una profunda complejidad y quien danza logra con él una armonía y una sutileza tal, que genera en sí mismo y en ese otro que es el espectador, una conmoción. El movimiento lleno de matices cuenta una historia, narra un texto a descifrar, pone en juego la propia vivencia del espectador en relación con el cuerpo. El movimiento resuena en el cuerpo del otro. Vibra…

Jacques Ranciere en sus interrogantes acerca de la danza, dice al respecto:
“La danza explora la multiplicidad de posibilidades del movimiento y la articulación entre movimientos que se ofrecen cuando se sale de las formas de expresión codificada. Danzar es, entonces la posibilidad indefinida de encadenamientos inéditos entre movimientos y estados sensibles…”

El bailarín despliega un saber hacer allí… con aquello inasible, con las huellas de su cuerpo y de su historia, con lo inscrito y por inscribirse.   Toda esta compleja combinatoria de músculos, posturas, posiciones, distancias, peso, gravedad, no son otra cosa más que partes de una sutil ceremonia del cuerpo habitando un espacio, montaje de un vuelo y de un deseo: bailar. ¿Que se despliega entonces en un cuerpo en movimiento? Me arriesgo a decir: una pasión.
Una pasión que devela un cuerpo que trasciende las marcas singulares y de la época, que fluye, que interpela las leyes de la gravedad para crear una gramática singular, llena de matices y de colores que se leen en un gesto.

Summary
EL ESPACIO HABITADO: CUERPO Y MOVIMIENTO
EL ESPACIO HABITADO: CUERPO Y MOVIMIENTO
La danza implica una relación dinámica y constante entre cuerpo, acción, espacio, tiempo y energía. ¿Cómo se despliega un cuerpo en el espacio?