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Autor: Carlos Tolentino

Adiós, señora Tesman

Una obra teatral puede ser leída de muchas formas y siempre primará la subjetividad del público, la del director de la obra e incluso la del crítico. Este artículo pretende ser una breve inducción a la visión de la obra de Ibsen.

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La agonía del talento

¿Cuando se acaba -si se acaba- o se agota el talento de cada uno? ¿Esto sucede acaso solo por efecto de la vejez? A través de la vida de tres artistas de nuestro medio haremos un acercamiento de cómo influye la sociedad en torno a la vejez cuando se envejece.

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Afterplay

«Suele llamarse interrelación a la correspondencia mutua entre personas, cosas o fenómenos. Es inevitable que, cuando colocamos una serie de personajes sobre el escenario, se creen relaciones y vínculos entre sí. Les guste o no forma parte de su naturaleza y hasta el personaje más independiente termina por crear un vínculo con alguien o algo. ¿Pero qué sucede cuando esa interrelación no acaba en una sola obra literaria o texto dramático, sino por el contrario se decide continuar la existencia de un personaje en otros espacios narrativos?»

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Comer y beber en el teatro

¿Qué relaciones se establecen entre la comida y el teatro? Arnold Wesker fue repostero y cocinero y se sirvió de su experiencia en los fogones para escribir su más famosa obra: “La cocina”. Y aunque algunos creen que el placer en la comida es solo por el sabor, también es visual como lo declaró Giacomo Casanova: «Quiero un ragú y soy un conocedor, pero si no está bien presentado, me parecerá mal». La historia entre la cocina y el teatro es tan antigua como la relación entre el hambre y el mundo. “Es más fácil vender comida que una entrada de teatro” afirma Fabio Alberti, el cual no encuentra trabajo como actor pero tiene un libro de recetas, un foodtruck y un programa de radio en Argentina.

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Teatro y públicos

No todo lo que se presenta en un escenario merece el calificativo de teatral. ¿Quien lo determina? En parte el público, porque este aún cree que el valor de una entrada al teatro, corresponde necesariamente al valor del producto que va a recibir. Cierto público acepta pasivamente disfrutar de lo que ve en escena, por la comparación de valores que pagó en teleticket. Si pagó noventa soles, por ejemplo, por su entrada al teatro, le debe gustar esa obra a la fuerza. Y es probable que ese mismo tipo de público no asista a una sala teatral de barrio donde por pagar poco y no conocer a ningún actor, no califique ese espectáculo como valioso. ¿A qué se debe esa credulidad, sin ninguna ponderación respecto a lo que sus ojos reciben? ¿Tal vez a que su gusto y su pensamiento fueron educados a la estandarización y al conformismo?

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