Leyendo a Gustavo Dessal en la Revista Enlaces 24, a acerca de “Mi pequeña teoría” donde hace un recorrido en relación a por qué escribir y por las condiciones para este oficio, recordé que yo, alguna vez había escrito a cerca de “Por qué leemos” siendo una ávida lectora desde pequeña. Y varios «por qué» me han acompañado a lo largo de la vida, algunos con respuestas, otros quedaron en silencio, algunos cambiaron y otros son nuevos.  Intentos de buscar un sentido…cuando no lo hay.

El texto de Dessal generó una serie de interrogantes:

¿Por qué bailamos o danzamos los que elegimos este Arte del movimiento y no otro?

Se baila desde un profundo vacío…
Aquel que dejó el ser sujetos hablantes.
Se baila para hacer una torsión con aquello que quedó silenciado.
Se baila para hacer trazos…escribir…
Se baila con uno, con otros y para los otros.

Se danza para saltar, girar y así alterar, aunque sea un poco, nuestra posición gravitatoria.
Se baila para crear un movimiento, habitando de otra manera el tiempo y el espacio.
Se baila por placer…una danza se disfruta, pero también puede surgir de un intenso dolor.
Se danza para hacer un tejido, de movimientos, afectos, sentidos y sonidos.
Se baila para llegar al corazón, sentir una punzada y producir un vuelco.

Danzando, inventamos otro modo posible de estar… inventamos un saber hacer a nuestra medida.

Bailando eludimos, al menos por unos instantes, la mortífera repetición.
Bailamos lo que no ha podido alojarse y no cesa de hacer presencia.
Bailamos para celebrar que hemos podido hacer con nuestro destino.
Bailamos en donde se ahueca el tiempo y el espacio.

Se baila por un gesto.

Se baila para descifrar un lenguaje secreto y que eso bailado…resuene.
Bailamos para hacer lazo y que los ecos de nuestro hacer se propaguen.
Bailando escribimos con el cuerpo un texto inédito plagado de palabras amordazadas.

Danzando, se bailan letras sueltas que quedaron en nuestra historia, y con ellas, se hace poesía.

 

Leámosla con Eric Satie