Fernando Pessoa, dice en su poema llamado Autopsicografía, que el poeta es un fingidor:
El poeta es un fingidor .
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón
Pessoa hace del fingimiento un compás que acompaña sus multiplicidades. Cuando lo leemos, cuando asistimos a sus transformaciones, nos debatimos entre muchas sensaciones, no sabemos quién es quien, no sabemos si creerle o si todo es una gran mentira. El Libro del Desasosiego nos muestra este mapa de otredades, en el cual la única constante es la transformación y, el desasosiego.
Dice su heterónimo Álvaro de Campos:
Sentir todo de todas las maneras,
Vivir todo de todos los lados,
Ser la misma cosa de todos los modos posibles al mismo tiempo,
Realizar en mí toda la humanidad de todos los momentos
En un sólo momento difuso, profuso, completo y lejano.
Lacan decía, respecto de la angustia, que esta es un afecto que no engaña, a diferencia de la multiplicidad de sentimientos, siempre relacionados con lo imaginario.
Pues, si en una primera instancia consideramos que Pessoa hace de su imaginación un laberinto, una maquina de despersonalización, por otro lado, encontramos que entre todas estas sensaciones, hay algunas que no pueden ser fingidas: El desasosiego.
La obra de Pessoa, es entonces, una estructura que pone en tensión la verdad del desasosiego, y el fingimientos de las mascaras, que son, a su vez, la única manera de pensar el yo.
Y continua Álvaro de campos
Me multipliqué para sentirme,
Para sentirme, necesité sentir todo,
Me transbordé, no hice sino extravasarme,
Me desnudé, me entregué,
Y hay en cada rincón de mi alma un altar a un Dios diferente.