“La cualidad de perecedero comporta un valor de rareza en el tiempo. Las limitadas posibilidades de gozarlo lo tornan tanto más precioso”
Sigmund Freud
Black Mirror es una serie que dramatiza la relación de los sujetos con la tecnología, en un universo distópico, que anticipa posibles situaciones venideras en varios de sus capítulos. Parece ser una serie acerca de los efectos que producen los avances tecnológicos -que lo es en gran medida-, pero responde también a dramas humanos cotidianos, los cuales son intensificados por la relación de los sujetos con la tecnología, esta última como una extensión de sí mismos, de sus anhelos, necesidades y angustias, como una pantalla oscura que los refleja.
El capítulo “Be right back” propone un escenario donde la tecnología aparece como una suplencia frente a la pérdida de un ser querido. Esta permite tomar aspectos virtuales de un sujeto, como sus publicaciones en redes sociales, y actuar como si fuera éste. Toma primero sus expresiones escritas, luego habladas y, finalmente, su semblante a partir de un cuerpo artificial. En el caso concreto del capítulo, Ash muere en un accidente y Martha queda devastada, en pleno duelo, frente a lo cual accede a la promesa tecnológica de recuperar a su esposo o parte de él. La pregunta es ¿qué intenta recuperar realmente?
El duelo es un tema transversal a todo el capítulo, por lo que considero fundamental hacer una revisión de este concepto. Para empezar, la palabra duelo etimológicamente proviene de dos raíces latinas. Por un lado “dolus”, que significa dolor y, por otro lado, “duellum” que significa desafío. Ambas raíces ofrecen entonces una idea de lo que al duelo concierne: un proceso arduo y doloroso por el cual atraviesa el sujeto.
Freud (1915-17), en su famoso texto “Duelo y Melancolía”, define el duelo como “(…) la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” (p.241). El duelo, entonces, implica una pérdida, la cual no solo puede corresponder con la realidad, como la muerte de un ser querido o una ruptura amorosa, sino que puede ser la pérdida de prácticamente cualquier cosa que sea significativa para el sujeto. En este mismo texto, Freud (1915-17) intenta dar cuenta de las características de la estructura melancólica en contrapunto con el duelo, debido a las semejanzas que comparten. Entre ellas se encuentra un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la pérdida de la capacidad de amar y la inhibición. Freud (1915-17) agrega que la “rebaja en el sentimiento de sí” es la característica que diferenciaría al duelo de la melancolía, siendo ésta únicamente parte de la segunda. Por ende, mientras que en el duelo es el mundo el que aparece empobrecido para el sujeto, para la melancolía es el Yo el que se encuentra empobrecido, sintiéndose el Yo indigno, incapaz y moralmente despreciable, debido a que se presenta una identificación con el objeto perdido, hacia el cual se dirigen sentimientos hostiles. A esto se refiere Freud (1915-17) cuando dice que la sombra del objeto cayó sobre el Yo. En la melancolía lo que se ha perdido es la facultad de perder, por lo que es una estructura que indica una incapacidad para salir airoso del duelo.
Con respecto al duelo, Freud (1915-17) señala tres movimientos. Indica que, primero, surge una resistencia por parte del sujeto para abandonar la libido colocada en el objeto perdido. Luego, se va abandonando parte por parte la libido colocada en este objeto. Y, finalmente, se dirige la libido a otros objetos, logrando de esta manera sustituirlo. Por lo tanto, para Freud, el duelo implica la pérdida de un objeto amado que incapacita al sujeto para volver a amar, donde la solución sería la sustitución de dicho objeto. Menciona, además, que este proceso implica un trabajo que requiere “(…) gran gasto de tiempo y de energía de investidura” (p.243). La temporalidad, por ende, es de suma relevancia en este proceso, ya que permite abandonar gradualmente la libido del objeto perdido y lograr así amar nuevamente. En el caso del capítulo, la tecnología no solo promete acercar al objeto perdido, sino también hacerlo de manera inmediata, omitiendo la temporalidad del duelo. La tecnología, de esta manera, no solo ofrece rapidez sino también eficacia, razón por lo cual es seductora para los usuarios ¿Qué sucede entonces con Martha? Ella es inmediatamente colmada por la aparición del zombi –criatura que retorna de la muerte, sin voluntad propia- de su amado Ash, quedando enquistada en esta relación. No lo sustituye, lo replica.
Es con Lacan (1958-59), retomando a Freud, que se asocia el deseo con el duelo, ya que propone que a partir de una pérdida fundante se accede al deseo, es decir, a una posición deseante. El deseo es siempre insatisfecho porque el objeto perdido no volverá, pero vendrán otros a intentar ocupar su lugar, enlazando al sujeto con el mundo. Por ello, es oportuna la frase de Lacan (1962-63) al señalar que “(…) el sujeto del duelo se enfrenta a una tarea que sería la de consumar por segunda vez la pérdida del objeto amado provocada por el accidente del destino” (p.362). En este sentido, el duelo sería la reactualización de la pérdida fundante. Menciona, además, que la pérdida ocasionada por el duelo provoca un agujero en lo real –lo que toca al cuerpo-, es decir, una pérdida intolerable para la experiencia humana, a partir de la ausencia de un significante esencial en el sujeto –la de un significante que dé cuenta de la propia muerte, siempre experimentada como ajena-, que tenía como soporte al Otro, el cual velaba esta falta estructural. Una escena llamativa del capítulo ocurre cuando se le cae el celular a Martha y éste se rompe, perdiendo la conexión con la voz de zombi-Ash. Esta pérdida remonta a otra, retroactivamente, tomando contacto con esa pérdida no tramitada, irrumpiendo la angustia. Se podría decir que la falta que velaba el objeto es colocada al descubierto con este evento, un encuentro con este real del duelo.
Por otro lado, como señala Lacan (1962-63), solo estamos en duelo por aquel que podemos decir “yo era su falta”, es decir, ser aquel objeto causa de su deseo que lo completa. Al encontrarnos con la revelación de no poder representar su falta y la interrogante sobre en qué le he faltado, nos confrontamos con nuestra propia falta estructural. En relación al capítulo, aparece una escena en la cual Martha le reclama a zombi-Ash, a modo de acting out -con golpes y gritos-, algo que parece no ser claro ni para ella misma. Algo de la presencia de zombi-Ash hace intolerable la relación. Éste, al no ser humano, no tiene fallas, no tiene traumas y, por ende, no tiene falta, lo que a su vez indicaría que tampoco puede desear. Por lo tanto, algo de la relación no se puede sostener porque Martha no puede representar la falta de zombi-Ash. Éste, a modo de pantalla oscura, le refleja su propia falta. Ella se encuentra frente a la imposibilidad de ser objeto causa de su deseo, ya que zombi-Ash solo obedece y complace.
En líneas generales podríamos situar al duelo, siguiendo a Lacan (1958-59) al referirse a la privación –como uno de los modos de relación con la falta-, como una pérdida real de un objeto simbólico adjudicada a un agente imaginario, este último pudiendo ser encarnado por cualquiera, incluso el sujeto mismo. El trabajo de duelo, desde esta perspectiva, sería una labor simbólica, es decir, una recomposición significante, en un afán de elaborar la pérdida y reposicionarse frente a la falta. Por ende, mientras para Freud la resolución del duelo sería la sustitución, en Lacan sería el reposicionamiento frente a la falta que estaba velada por un objeto, a partir de una recomposición significante. En la escena final del capítulo, donde se presenta a Martha y a su hija conversando sobre visitar a zombi-Ash, a pesar de “no ser fin de semana”, me remonta a una situación clásica de padres divorciados. Hubo un movimiento, donde Zombi-Ash ocupa ahora otro lugar, desde lo simbólico, es decir, representa otra cosa, lo cual podría indicar que, si bien no se puede confirmar que haya tramitado el duelo, se presenta un reposicionamiento por parte de Martha frente al objeto perdido.
A lo largo de la historia determinados ritos han funcionado como intentos de simbolizar lo irrepresentable de la muerte, traduciendo una verdad inexorable a través de una ficción, favoreciendo de esta manera la elaboración de la pérdida ¿Qué sucede en un contexto que carece de estos ritos y donde más bien se pasa directamente a la sustitución del objeto perdido, como en el caso de “Be right back”? Pienso que no habría una elaboración de la pérdida, sino pura repetición, sustitución tras sustitución, fallando en su intento de reinscribir la falta. Si bien el duelo fundante no podrá ser superado, en el sentido de abandonar su reincidencia con cada pérdida significativa, es una oportunidad para repensar nuestra condición y de retornar nuevamente la vida cuando estemos listos. El duelo, al ser parte fundante de nuestra posición como sujetos deseantes, es necesario, implica un desafío, un empuje hacia la vida. Somos la suma de nuestros duelos y cada duelo es una oportunidad para volver a desear. Finalmente, no podríamos acceder al deseo si no fuera por éste, ya que la falta es constitutiva y motor de nuestro deseo.
Bibliografía:
Lacan, J. (2014) Seminario VI: El deseo y su interpretación. Buenos Aires: Paidós
Lacan, J. (2006) Seminario X: La Angustia. Buenos Aires: Paidós
Freud, S. (1992) Duelo y Melancolía. Obras completas, Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu
